viernes, 13 de abril de 2012

Caco Briseño y sus rancherías

No tiene mucho con la carnicería, cinco años apenas, pero Caco corta como si lo hiciera de toda la vida, “a base de cortadas”, dice que aprendió.  Su local no es muy grande, apenas tiene un refrigerador, sus mesas de cortar y otra, a manera de despacho, donde, su esposa y doña Rosa, su madre, alternan para la cobradera y para recibir a la clientela con una sonrisa y una buena palabra.
Fue doña Rosa la que nos contó, que las reses las busca, escoge y compra Caco en las rancherías, los animales han de estar de pie, para saber que están sanos. Luego los trae para su rancho, en donde los alimenta hasta que les toca  el degüello en el rastro, y de ahí, sin más de por medio, a su vitrina y a nuestra canasta. Es por ello que es bien fresca y saludable, se le nota en el puchero, la parrilla y el estofado.
Pero no solo hay cuidado en la carne de res, los pollos también tienen su historia. Caco se los merca a una señora de San Sebastián, que si bien los compra de granja, los termina de crecer en su rancho alimentándolos de maíz, por eso no tienen bolas de grasa, dice ella, por eso, no saben a purina digo yo. Y se nota nomás en el caldito de pollo que hace Sara, que no necesita condimentos para saber como Dios manda, basta un poco de sal, alguna verdurita, un poco de cebolla y chile verde picado, para estar cabal.
Dice Roberto que hay más carnicerías en Mascota, alguna trae la carne de Guadalajara, pero casi todas son como hace Caco, ranchean. De una u otra manera, se salvan de las congeladas que nos zampan en el DF, pollos, reses y marranos, todos pasan por el glacial y vayan ustedes a saber si estemos trinchando mamut en nuestros platos.
Cuentan que la carnicería se llama “El Chapulín”, eso porque es un apodo heredado, pues así le nombraban al abuelo de Caco, luego a su padre y ahora también a él. Aquí en Mascota, todos y todo tiene historia y abolengo.

Maru Herrera



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