Dos
años después, en 1951, cayó una culebra de agua que causó muchos destrozos en
el pueblo. Las culebras de agua forman una figura como de embudo, lo más ancho está en las nubes y
formando un remolino se clava en un lugar de la tierra, arrancan árboles y
dejan un poso en la tierra y levantan las cosas que se les atraviesan en el
camino. Esa vez era en la madrugada de un día de agosto cuando junto con un
aironazo que parecía que iba a volar el techo de las casas el ventarrón nomás
bufaba, con la luz de los relámpagos uno veía como los árboles chocaban unos
contra otros rogando a Dios que no fueran a caer sobre las tejas de la casa,
era tan fuerte el aire que no podíamos abrir el postigo de la ventana que daba
a la calle, no tardaron en aparecer las goteras por todas partes nos faltaban
vasijas para que ahí cayeran las goteras.
Una de mis hijas me dijo que
rezáramos La Magnífica, aparte pusimos una cruz de ceniza y en un balde con
agua la partiéramos haciendo una cruz con un cuchillo de la cocina muy filoso.
Ese temporal duró como una hora más. Al día siguiente era la novedad de la
tormenta fue cuando nos dimos cuenta que no había sido una simple tormenta, la
gente decía que había sido una culebra, había tirado bardas, volado techos,
volteado tejas; cuando fui al corral había sacado de sus raíces un nogal muy
grande de con mi comadre Chayito que vivía como seis casas más adelante y las
ramas más altas llegaron hasta la casa y tumbó parte la barda del corral. Lo
curioso es que en los charcos de la calle había pescado blanco, charalitos los
niños los pescaban y los echaban en latas de sardinas o botecitos, algunas
familias hicieron la comida de ese día.
Roberto López.
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