lunes, 9 de abril de 2012

Paulino Sendis


En tiempos de la revolución cristera había bandas de ladrones que tenían asoleada a las rancherías que hay rumbo a la costa, no eran ranchos grandes a veces era una sola casa y le ponían nombre que San Diego, Agua Caliente, El Paraíso, Las piñas y otros. En este último vivía un hombre llamado Paulino Sendis Esparza que se fue a vivir con su familia al bosque, tenía varios hijos e hijas había otros ranchos de tres o cuatro casas aquí y allá.
Estaban cansados de que a cada rato llegaban a robarles una u otra banda que a veces se decían ser revolucionarios, otras cristeros y no eran ni una cosa ni otra, eran sencillamente ladrones. Paulino, como otros padres de familia, les preocupaba porque tenían hijas y estos bandoleros también robaban muchachas. Una vez se robaron a una muchacha llamada Rufina Peña, había ido de visita a Zapotán y de ahí se la raptaron. Había un capitán que ahorita no me acuerdo de su nombre, pero se le conocía como El Soto, este era un apodo. Había un hombre llamado Paulino Sendis, era ranchero, su destino era criar ganado, era primo hermano de la madre de Don Eutiquio Salcedo, el herrero. Se fue a vivir a un rancho en la selva le puso de nombre Las Piñas; en tiempo de secas llevaba el ganado a otro rancho y en tiempos de aguas a otro, así vivía de un rancho al otro. Tenía varias hijas y tenía desconfianza de que de un momento a otro se llevaran a alguna de ellas y pues uno de padres cuida uno a sus hijos, cuando están chicos requieren de unos cuidados y cuando están grandes pues requieren de otros.

Una vez Don Paulino vino a Mascota para hablar con las autoridades y pedir su ayuda, le dijeron que el gobierno ya estaba cansado de combatir a los revolucionarios que no le podían ayudar, entonces les preguntó ¿Quiere decir que si yo hago algo para con ellos no me van a castigar? “No, no se te va a castigar”. Por ahí estaba escuchando Don Ismael Gil, un hombre que había sido rico latifundista de aquí de Mascota, era dueño de la Hcienda de Tecoani, de la Hacienda de Cabos, de San Andrés Chacuaqueña, San Juanito; por acá por la selva El Carrizo, el portesuelo del llano de  San Nicolás cerquita está Cuahupinole,y bajando de ahí ya está El Pitillal y de ahí Puerto Vallarta. “Yo te ayudo Paulino, ¿que arma tienes?” Paulino tenía un chispón, era una arma de las primeras que empezaron a salir que había que meterles “taco” decían después se le metía la pólvora, por último las postas, se repetía esto cada vez que se hacía un disparo. En el rancho del Mosco juntó a doce hombres entre ellos a Germán Salcedo, Aurelio Esparza, Pedro Santana, Pablo Flores, José María Peña hermano de Rufina Peña que ya traían ellos por allá. En el camino los alcanzó un joven que estaba de visita en Zapotán, pero Paulino no lo quería aceptar porque era muy joven el muchacho le dijo que tenía su 30-30 y algo de parque que su edad no importaba que lo dejara unirse a ellos. No era el número que él hubiera querido tener, por ahí les consiguió carabinas 30-30 que para entonces era lo más moderno que había.
Aquel grupo armado llegó cerca del  rancho de San Diego lugar en que estaban acampados los cristeros y Paulino, a Germán Salcedo, le arregló una maleta con un poco de ropa y una manita de plátanos y le dijo que el grupo iba a arreglar un sitio en el arrollo de La Coronilla, el arrollo estaba seco sólo en temporal de aguas se llenaba y corría, su misión sería llevar a los enemigos a ese lugar, de pronto iban a marcarle el alto para preguntarle quien era , que quería y que andaba haciendo por ahí les contestarás que vienes de Vallarta, que le ganaste la delantera al ejército del gobierno que son muchos bien armados que te desviaste por desconfianza a que te fueran a hacer algo o a levantarte para unirte como soldado de ellos, te van a preguntar si  conoces todos estos cerros les dices que sí.

Como fue. El jefe de los cristeros lo amenazó obligándolo a que los llevara a un lugarseguro para ellos en donde no pudiera verlos el ejército, tú les contestas que sí, por el arrollo de La Coronilla de ahí seguirían  al rancho del Chino y por ahí no darían con ustedes. Rápido se movieron nada tontos le preguntaron a Rufina si conocía a ese hombre, ella les contestó afirmativamente diciéndoles que era del Mosco. Paulino no hizo un campamento lo suficientemente grande pues era poca su gente. A un lado y otro cavó fortines y acomodó a su gente y les dijo que nadie hiciera fuego, hasta que entrara el último de los cristeros y él iba a iniciar los disparos. En los fortines los acomodó de dos en dos, cuando el enemigo entró todavía no pasaban todos cuando empezaron a disparar antes de que Paulino lo hiciera. Adelante iba el capitán con Rufina, atrás de ellos el Soto, Paulino platicaba que él estaba parapetado atrás del tronco de un árbol que se llama capomo, en eso se levanta el Soto y gritó “salga a pelear conmigo el más hombre,” él estaba a campo raso y pues a Paulino le vino el saco y salió para hacerse visible, se dispararon los dos y los dos se jerraron. Platicaba que a la hora de la hora le dio miedito porque al saber que se estaba midiendo con un revolucionario que se sabía que no le entraban las balas o no le atinaban, pues se dispararon más veces y que se lo echó a la lona. Fueron pocos los que mataron, no llegaron a diez, los otros huyeron. Rufina seguramente ya se había encariñado con aquel hombre porque su hermano le gritaba que se quedara y no hacía caso entonces le empezaron a tirar al caballo en que iba, cayó el caballo, pero ella se subió en el que iba el capitán. Después se supo que andaba por California, vivió muchos años, murió  ancianita. Después del encuentro entre todos juntaron barañas y leña, apilaron a  los muertos y los quemaron.

Se vinieron a Mascota, se presentaron con las autoridades, la mayoría de ellos terminaron yéndose de aquí, la mayoría se fue a Estados Unidos no por lo que sucedió, sencillamente para tener una forma mejor de vida, Paulino se fue a su rancho a seguir haciendo su vida de ranchero, vestía de calzón de manta, un cotoncito también del mismo material y sus huaraches de tres agujeros.  Al poco tiempo vino gente del gobierno de la ciudad de México hablaron con él y se lo llevaron, le dijeron que no se preocupara no le iba a pasar nada, pero que el secretario de la defensa nacional quería hablar con él. Llegaron allá, lo calzaron, lo vistieron, le dieron el grado de general, le dijeron que hombres así como él necesitaba el país le ofrecieron trabajo en esa secretaría y se llevara a la familia a vivir en el Distrito Federal. Se sentía muy raro e incómodo, entonces les dijo que lo dejaran ir con su familia, estarían preocupados, hablaría con su esposa y sus hijos, pero lo que quería era que lo dejaran regresar, los convenció, pero sabía para sus adentros que no regresaría. Pasó un tiempo y en México, al ver que no regresaba, vinieron por él, les dijo: miren déjenme aquí, aquí vivo feliz con mi familia, yo soy ranchero, si luché fue por necesidad, pero a mí no me gusta pelear, me gusta trabajar la tierra y cuidar de mis animalitos. Bueno, entonces le vamos a traer una buena remesa de armas para que se defienda por si decide regresar el enemigo, solamente le vamos a pedir que forme un grupo que estén decididos a defender la tierra, que no sean bravucones ni sean viciosos. Pasaron muchos años y terminó regalando las armas a sus amigos.

Roberto López

1 comentario:

  1. Muy interesante Profesor, Un personaje sin duda alguna de los valentones de Mascota... Dicen que tras la balacera en el cerro de la Coronilla los soldados dejaron carretas con dinero que todavia se encuentran en algun lugar de la Coronilla

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